Señor Nicolás Maduro,
Me refiero a usted como señor porque crecí bajo ese régimen de
educación, pero con todo el derecho, le digo que usted no es digno de tal
arquetipo.
La palabra “señor” propone heroísmo, nobleza, honradez, educación. La
palabra “señor” se refiere a aquel que es merecedor de respeto. Por ende ,
me atrevo a decir que “le queda grande”.
No es difícil explicar el porqué, pues son varias
las razones:
Porque un héroe no es quien arremete contra su
pueblo. Por lo contrario, un Señor pondría “sangre, sudor y lágrimas” para
proteger a quienes duermen sobre sus tierras, comen de sus cultivos y respiran
sus paisajes. Porque ser noble no es sinónimo de ser ladrón, corrupto. A
diferencia, un Señor nunca se haría rico a raíz de la pobreza de otros. Porque
el significado de “honradez” incluye el ser honesto, razonable, justo, y
ninguna de sus acepciones se refiere a la violencia, a la tiranía o al
homicidio. Porque ser educado no se trata de promover la ignorancia con el
objetivo de corromper a quienes, entonces, no saben diferenciar entre el bien y
el mal. Porque el respeto no se obtiene mediante represión, intimidación,
amenaza o soborno.
Me dirijo a usted con la frente en alto, pero el corazón en pedazos, y quiero preguntarle: ¿Desde cuándo PAZ se escribe
con SANGRE?
Esta es mi patria querida, y quiero que “sus
recuerdos al atardecer me hagan mas corto el camino” si algún día me toca
partir a tierras mas altas, pero cuando la inspiración que me da una montaña y
el sentimiento que me produce un tricolor en el cielo se combinan con tiros,
gritos, miedo e impotencia, la subida se vuelve más empinada.
En un país tan rico en paisajes, quiero poder decir
que “entre sus playas quedó mi niñez” y no que sobre sus calles quedó mi
cuerpo y mi sangre. Quiero poder salir a la calle, a disfrutar de un territorio
que tengo la dicha de poder llamar mi país. Porque haber nacido en estas
tierras es el honor más grande, pero tener que vivirlas bajo este mando, es el
mayor infortunio.
Venezuela se merece quien le de aires de libertad,
calles rebosantes de alegría y alguien que le de valor a los tres colores de su
bandera, en vez de darle vida a la tercera franja.
Duele ver a la gente partir, duele la vida de todos
los que se las han arrebatado, duele ver como tanto potencial se va con el
respiro de un motor o con la indiferencia de una bala. Duele el sufrimiento, la
impotencia, la rabia. Duele el llanto de una madre por su hijo de 14 años
asesinado por quien debería cuidar de él, duele quienes se fueron como héroes
sin querer serlo.
Por eso, Nicolás, me doy la libertad de decirle que
usted no es un señor, y tampoco un presidente.
Andrea Corina Dávila Niño
C.I. N° 25.304.950
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