No puedo decir que conozco a una Venezuela previa a 1998 pues nací en
el 96 y he tenido la desdicha de vivir en una tierra caótica durante,
prácticamente, toda mi vida. Siempre escucho como la gente relata aquella
Venezuela que hoy sueño con conocer; un país lleno de energía, de gente feliz y
de paisajes soñados.
Desafortunadamente, eso cambió 2 años posteriores a mi bienvenida al
mundo. No fueron pocos los que se dejaron envolver por palabras bonitas y
promesas inconclusas, y hoy estamos pagando un error que no todos cometimos.
Qué pasó? Hugo Rafael Chávez Frías se hizo cargo de nuestra patria
para dejar atrás aquel paraíso del que muchos hablan. El país fue envuelto por
un régimen tirano y sin darnos cuenta nos vimos cubiertos por un manto de
miseria, necesidad y tragedia.
Han sido años de desgraciar el país poco a poco, en un tiempo que
transcurrió a su ritmo pero con la ilusión de haber desacelerado el paso. Más
de una vez sentimos emoción al pensar que podríamos recuperar esta tierra que
tanto amamos, por la que hemos sudado, luchado y llorado, pero se derrumba el
anhelo cada vez que sentimos que finalmente podremos respirar un aire de
libertad.
Hoy en día, Venezuela no solo sufre la escasez y la inseguridad, sino
un reflejo de lo que este gobierno, que ha sido delegado, nos inculcó durante
los 17 años que han transcurrido: odio. El pobre y su resentimiento por el que
más puede, y el que puede con rechazo al resentimiento del pobre. El dinero se
ha vuelto una frontera social que nos ha separado en dos bandos que se caracterizan
por seguir distintas doctrinas políticas.
Será posible que nuestra tierra transite por el camino de la cultura
de la paz? Pues la posibilidad siempre está presente, el problema son los
obstáculos a ser sobrepasados para siquiera llegar al inicio de ese camino que
bien sabemos que existe, pero que no hemos logrado recorrer en mucho tiempo.
Son tantos los factores a considerar y los cambios que se deben
efectuar antes de poder llegar a una remota idea de paz. En principio debe
haber una participación absoluta para el proceso de reconciliación entre las
masas. La cooperación externa debe mejorar, se debe reforzar la sociedad civil,
mejorar la gobernabilidad, democratizar las instituciones, llevar un régimen
inclusivo con transparencia, cesar las hostilidades, mejorar la seguridad, sostener
diálogos y crear comisionados de paz. Es necesario un cambio de las actitudes
de los actores armados, pues los que prometieron protegernos, hoy arremeten
contra nosotros bajo ordenes de un sistema que no vela por su pueblo. Cómo se
logra la paz cuando no existe justicia social?
Freire dijo en 1986 que “la paz se construye con la superación de las
realidades sociales perversas”, pero cómo se supera algo que día a día es
reforzado por quien debería eliminarlo? Cómo se reduce la violencia para
acelerar el paso hacia ese camino si en el país esa es la base de acción para
una porción importante? Cómo se inspira la cultura de la paz en donde no hay
respeto por la vida o por los derechos que implica la misma? La paz es antónimo
de desigualdad, y he ahí el grandísimo problema.
Pero a pesar de todo los argumentos que tengo para dar un “no” como
respuesta a la pregunta planteada, por lo contrario, pienso que sí es posible.
El gobierno es parte importante del proceso de desarrollo y de la pacificación
de una sociedad, pero es el pueblo el que tiene la última palabra.
Si bien estamos atados a un egoísmo superior, podemos nosotros mismos
dejar de ser egoístas. El proceso de
reconciliación puede ser largo y difícil, pero el primer pazo a la paz es la
intención de llegar a ella.
Andrea Corina Dávila
25.304.950